Por Marina La Forgia
El invierno
ya comienza a golpear fuerte a nuestras puertas, como cada noviembre canadiense. Los
días se hacen más cortos, las noches son
en consecuencia más largas y para hacer de este período del año algo más
agradable y llevadero, intento compensarlo con momentos de placer en compañía de
mis seres queridos cocinando rico y tomando buenos vinos. Esta semana he
degustado dos vinos, dentro una gama de precios accesible a todos los bolsillos,
¡que me han sorprendido gratamente!
Comenzamos
con un vino italiano, uno de mis países vinícolas favoritos, y más precisamente
de la Puglia, región de origen de mi familia paterna. Me he propuesto hace un
tiempo ir al descubrimiento de los vinos de esa zona para intentar conocer a
partir del vino, las características de este terruño que en definitiva es un
poquito parte de mi esencia.

El otro
vino proviene de la apelación Corbières del sur de Francia y es el Terre à
Terre 2013, firmado por Jean Noel Bousquet, un célebre “vigneron” del Chateau
de Grand Moulin. Debo reconocer que al abrir la botella no fueron sus aromas volátiles
los más agradables, pero agradezco haberle dado el tiempo de fluir porque unos
minutos después su verdadero carácter despertó y me ha cautivado. Notas de
cuero, de especias, cierto carácter mentolado y vegetal aparecen generosamente.
Es un vino blend de Syrah, Grenache y Carignan, un assemblage típicamente francés,
que en boca también es envolvente y contundente. Dice su contra etiqueta que
mejorara durante los próximos 5 años, y sinceramente le creo. Iré en busca de
un par de botellas para guardar en la cava…
Su precio en
la SAQ es increíble: $ 10,50.